La capital sorprende continuamente con nuevos restaurantes la mar de apetecibles. Es el caso del nuevo Occhiali (C/ Sánchez Pacheco, 84), del Grupo Ottica, que conocí recientemente.
Su decoración cálida, amaderada y con aires tropicales te atrapan desde el primer momento. Paredes estampadas con tapices tropicales, macetas con plantas colgando del techo y mesas muy acogedoras, lo convierten en un oasis perfectp para disfrutar de la buena mesa, y si es rodeado de buena compañía mejor que mejor.
El chef Andrés Jiménez Leguina es el responsable de su original carta, en la que se entremezclan platos mediterráneos muy nuestros, con toques asiáticos o caribeños, que sorprenden al paladar en cada bocado. En resumen, Occhiali propone una cocina internacional con toques vanguardistas para disfrutarla en un ambiente relajado, sin formalidades y al son de lo mejor de nuestros bocados más reconocibles y deliciosos.
Nosotros comenzamos con la ensaladilla Ottica, me encantó y me sorprendió a partes iguales. Su color rosa se debe a que incluye remolacha. Un detalle muy coqueto en presentación y con un sabor exquisito.
Sus croquetas de kimchi de atún rojo y alga wakame son de otro mundo. Hay que probarlas sí o sí.
Otra de las curiosidades de su carta es la reinterpretación del madrileño bocadillo de calamares, convertido en un bao. ¡Delicioso y muy original!
Las gyozas de pollo y verduras con panceta confitata y hoisin de frutos rojos me pareció una fusión perfecta entre uno de nuestro platos más castizos y la delicadeza oriental.
Hay que destacar su interesante carta de pizzas elaboradas al horno de piedra. No nos pudimos resistir a probar la de carrillera ibérica, con salsa de tomate, bechamel trufada, queso parmesano, carrillera guisada y orégano fresco. Simplemente espectacular.
¿Y los postres? Creativos, caseros, sorprendentes y particulares, solo nos quedaron fuerzas para probar aquí el tiramisú, preparado con una base donuts. Un pecado que se puede cometer de vez en cuando. El precio medio es de 25-30 €.
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